Necesitamos redes para no caer al vacío

miércoles, 30 de octubre de 2013



ENTRAR POR LA PUERTA ESTRECHA

En la educación de los hijos llega un momento en que nos vemos paradas con ellos ante estas dos puertas. Muy frecuentemente en la adolescencia. A veces el tránsito es suave, gradual, un poco de tira y afloja...y ya está.
Otras veces no hay manera. Una y otra vez intentan lanzarse sin freno por la puerta ancha: "no hago los deberes, total, para qué? No me comunico con mi familia, porque, claro, mi madre no me entiende... La culpa es suya...
Voy a ver si encuentro algún amigo en Facebook...o voy a jugar a ese juego que, sí, es bastante violento o indecoroso, pero...mola!
Este domingo me escaqueo de misa. Igual mañana hago como que me voy al colegio...pero me voy por ahí.
Uff, después de cuatro gritos a mi madre y dos patadas a la puerta, qué a gusto me he quedado!"
Y así podríamos seguir con la casuistica de cada familia.
Este es un momento crucial, de crisis: Si le dejas continuar por ahí, una vez haya franqueado la puerta ancha, fácil, del escapismo y la comodidad instantanea...cada vez será más difícil. Porque esta disyuntiva se repite cada vez, ante cada opción, cosas grandes y pequeñas, grandes decisiones y opciones cotidianas.
Pero si lo guías por la puerta estrecha y consigue entrar, descubrirá por sí mismo, por sí misma, que tras la puerta estrecha se esconde la felicidad.
Deberás guiarlo, acompañarlo, sufrir con él o ella ante la puerta. Repescarlo todas las veces que se vaya hacia atrás, asustado. Deberás anticiparle las consecuencias de una y otra opción. Con perseverancia, tenacidad y esperanza. Sobre todo esperanza, de esa en lo que sabemos que es, pero que no hemos visto. Se puede. Duele. Lloras mucho como madre, con ellos y por ellos, por ti que estás sola. Pero se puede. No les permitas acostumbrarse a la puerta ancha.

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