Necesitamos redes para no caer al vacío

lunes, 12 de agosto de 2013


CÓMO SUPERAR EL SÍNDROME DEL NIDO VACÍO
 
Todas sabemos lo que es el síndrome del nido vacío: los hijos se independizan y los padres ven cómo la casa (que no el hogar, que siempre continúa igual de lleno) se vacía. De repente sobran habitaciones, hay camas que ya no se deshacen, la mesa del comedor parece enorme y se pone el mantel doblado en una esquina. El lavaplatos nunca se acaba de llenar, la ropa sucia se eterniza en el cesto esperando ser un montón digno de los ocho kilos que acoge –acogía- la lavadora…
Esto, en lo material. Pero hay más: las tardes ya no se llenan de conversaciones de cuarto a cuarto. Cuando vuelves del trabajo no hay hijos a quienes abrazar, preguntar por el día. El sintagma “peli con palomitas en el sofá” se ha vaciado de contenido. Por las mañanas, en la mesa del desayuno, con suerte hay dos personas que se miran interrogantes: el padre y la madre.
Si bien nunca dejan de ser padre y madre, ahora son de nuevo lo que al principio: marido y mujer. Frente a frente… o uno junto a otro idealmente.
Bueno, no voy a continuar por ahí. Desafortunadamente, nosotras ya tuvimos en su momento que enfrentarnos a otra modalidad del nido vacío, aquella en la que quien falta es el marido y padre. De esto ya hablamos en otro lado. Y esta vivencia continuada nos provee de herramientas para sobrellevar el nuevo síndrome que nos espera, para algunas ya en puertas: se van los hijos.
¿Quién es esa mujer que se enfrenta, sola, a esa nueva separación?
Quisiera aprovechar esta circunstancia para recordar quiénes somos:
-No somos mujeres casadas que conviven normalmente con sus maridos.
- No somos viudas.
- No somos solteras.
- Somos mujeres casadas que fueron abandonadas o que tuvieron que afrontar una separación por cuestiones de fuerza mayor. Pero somos mujeres conscientes por la fe de nuestro compromiso, de la palabra dada al otro con Dios por testigo, ante toda la Iglesia.
Por eso, no vivimos como solteras o viudas, ni como casadas. Vivimos un vacío que para algunas es ya un alivio por la dureza de la convivencia pasada. Para otras es una interrogación, es una cara de sorpresa, es un no- puedo -creer -que -esto -me -esté -pasando -a -mí . Y queremos con voluntad firme por la gracia de Dios mantenernos fieles hasta que la muerte nos separe…del todo.
Cuando llegue el momento de separarse físicamente de los hijos puede que tengamos que vivir solas. ¿Cómo superar el síndrome del nido vacío?
- Preparándonos con antelación. Si nos hemos dedicado en cuerpo y alma a la educación de nuestros hijos, puede que nos encontremos de repente sin objetivo, sin misión. Y no es que sea malo dedicarse así. Lo malo es agarrarse a los hijos como tablas de salvación de la soledad provocada por la ausencia del otro, hacerse posesivas, acaparadoras, absorbentes, de manera que la marcha de los hijos deje más vacío de lo natural. Deberíamos recordar que los hijos no nos hacen felices, somos felices con ellos. De esa manera, estén o no estén en casa, seguimos siendo felices con ellos. Asimismo, conviene plantearse y aceptar que la independencia les viene bien, les ayudará a madurar emocionalmente y a hacerse más responsables. Podemos prepararnos ya reservando un poco de nuestro tiempo para nosotras, para resolver cuestiones personales, para crecer. Se trata de dar lugar a la creación de nuevos hábitos en el seno familiar, una vez que nuestra relación con ellos se va haciendo más adulta. Se trata también de prepararlos a ellos a ser independientes pero vinculados al núcleo familiar originario. Aquí funciona muy bien el ejemplo: cómo nos ven a nosotras tratar con nuestros propios padres y suegros, sus abuelos.
- Formarnos y ser conscientes de nuestra misión. Cuando los hijos se van de casa no dejamos de tener misión, como no dejamos de tenerla cuando se fue nuestro marido, como hemos visto en otras ocasiones. Podemos aprovechar ésta oportunidad para renovar las relaciones y la comunicación con los hijos desde un rol completamente diferente de cuando vivían en casa. Un poco de distancia viene bien: no nos apresuremos cuando lleguen sus problemas y conflictos, que llegarán, veamos primero cómo reaccionan ellos. Si les hemos dejado muy claro que siempre estamos ahí para ellos, que sean ellos quienes acudan a nosotras. Para ellos también es una etapa de cambios en la que atravesarán buenas y malas experiencias que, aunque quieras, posiblemente no puedas evitar. Por eso, lo mejor es seguir acompañando a tus hijos en este proceso y ver esta etapa de cambios como una oportunidad para progresar y para seguir creciendo juntos. Después de todo, el fin de una etapa es el comienzo de otra que no será mejor ni peor sino simplemente distinta y no por eso menos gratificante.
Una faceta importantísima de nuestra misión será el ejemplo de fidelidad que damos a nuestros hijos, especialmente a los casados. Se educa sobre todo con el ejemplo, la coherencia de haber vivido la fidelidad a nuestro compromiso matrimonial, si bien de manera unilateral.
Seremos siempre madres, pero empezaremos a ser suegras, abuelas…un nuevo campo de misión!
- Seguir ejemplos, mantenernos unidas entre nosotras y unidas a la Santísima Virgen, ejemplo de mujer también en esto. Ella seguramente se quedó viuda pronto. Y luego Jesús se fue de casa. ¿Cómo actuaría ella? Por lo que vemos en los Evangelios, seguía a Jesús de lejos, aunque intervenía a veces con decisión y firmeza, como en Caná.
Muchas santas han sido ejemplo de madres entregadas, como Santa Mónica, nuestra patrona. Preguntémonos, como madres, qué es lo principal que queremos para nuestros hijos: queremos que vivan su vida –no la nuestra- cerca de Dios y dentro del seno de la Iglesia. Esforzarnos en ello tiene las mayores recompensas:
Vida eterna
Integridad en su forma de vivir y actuar
Familia con propósito
Ejemplo para las siguientes generaciones
- Tener vida social. El espacio que han dejado los hijos lo podemos llenar de muchas actividades para las que nunca hemos tenido tiempo: ejercicio físico, cursos, desarrollo de aficiones, voluntariado y ayuda a los demás –salir de uno y darse a los demás llena y hace feliz, sin mencionar lo feliz que uno puede hacer a los demás-. Podemos reencontrarnos con amigas a las que nunca vemos, leer largo tiempo, viajar…
La vida social presenta muchos peligros, no nos engañemos. Siempre debemos tener presente que, aunque no lo parezca, seguimos casadas. Podemos dar falsas impresiones socialmente si salimos en grupo o solas. Hay tantas mujeres divorciadas de nuestras edades que buscan nueva pareja que no queremos ser incluidas en esta categoría. Podemos estar dando un mensaje sin palabras, aun sin quererlo.

Finalmente, recordemos que en el momento de la soledad, nos encontramos a nosotras mismas. Si hemos cultivado nuestra vida interior, será un camino diferente, otra etapa, pero rica y gratificante como lo es ahora estar con nuestros hijos, apagar la luz por las noches sabiéndolos en sus camas. No estaremos solas nunca, nunca estamos solas. La felicidad no depende de nuestros hijos, gracias a Dios, aunque a veces de ellos llegan grandes dolores. Tu felicidad depende de ti, de tu fortaleza y armamento para afrontar lo que venga, como has hecho hasta ahora, que ya hemos afrontado retos enormes. Reflexiona, fórmate, prepárate, anticipa lo positivo, mantente unida con las personas que pueden ayudarte y ayuda tú también, sal de ti misma siempre y verás tu vida llena. Tan llena, que a veces sentirás la necesidad de refugiarte en casa, sola, y feliz.
Preguntas
¿Cómo os imagináis el día en que viváis solas?
¿Os produce ansiedad, miedo, inseguridad?

cristinamorenoalconchel@gmail.com


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