LA HORA DE LOS SENSATOS
Ayer nos habló Leopoldo Abadía de muchas cosas, pero se
centró un poco más en qué deben hacer las personas sensatas –que gracias a Dios
son la mayoría- en estos momentos de graves dificultades económicas, sociales.
Yo empecé a tomar notas y, según escribía, me iba dando
cuenta de que esos puntos de acción bien podían aplicarse a nuestra situación
particular.
Nosotras también vivimos una crisis: hemos sido abandonadas
o nos hemos visto obligadas por cuestiones de integridad física y/o moral a
separarnos. Obviamente, por ser católicas y querer vivir la vida enteramente
como tales, hemos luchado hasta el final para salvar la convivencia. Si
nuestros maridos hoy no están, es porque no quieren (mayoritariamente, tengo
que decir) o porque la convivencia se hizo ya imposible. Esto, en todos los
casos, significa que el núcleo familiar es la madre con los hijos alrededor,
porque el padre no vive ya según la fe que profesamos. Por lo tanto, en este
núcleo amputado, pero núcleo válido, es donde se produce la educación de los
hijos con la transmisión de la fe. ¿Es esto una crisis de gran envergadura o
no? Pues veamos qué nos sugiere indirectamente Leopoldo Abadía, si queremos ser
sensatas e influir en el mundo:
·
Tener criterio,
y no creerme todas las tonterías que oigo, leo, me cuentan; las opiniones que
circulan por ahí y por aquí. Para formar y desarrollar criterio católico,
acudimos a medios de formación que pueden ayudarnos, y REDES trata de ser uno
de ellos. Una persona sensata no juega al “todo vale”.
·
Ser optimista.
No quiere decir que le quitemos importancia o gravedad a lo que nos pasa,
quiere decir que luchamos con uñas y dientes para seguir adelante. También
quiere decir que, aunque lloremos o nos desahoguemos, no vivamos enrocadas en
nuestra desgracia. Hay que pasar página (que no quiere decir arrancar página)
·
No distraerse en la administración de nuestras fuerzas, gastarlas con cabeza, con
sensatez en lo que de verdad importa. Saber apartarse de aquello que drena mis
fuerzas, es decir, de todo aquello que es tóxico: situaciones tóxicas, personas
tóxicas.
·
Ser prudente.
El prudente no es el inactivo por cobardía, el prudente es el que actúa tras
pensar y sin necesidad de audacias extremas. No estamos solas: tenemos unos
hijos detrás, no podemos cometer la imprudencia de actuar sin sopesar las
consecuencias. En definitiva, y otra vez, ¡ser sensatas!
·
Colaborar
y reunir fuerzas, ideas, iniciativas. Comunicarnos sin miedos ni vergüenzas.
Pedir ayuda.
·
Educar en el
trabajo sostenido, en el esfuerzo. No se trata de trabajar más, sino de
trabajar mejor. Educar para que veamos en las dificultades una oportunidad de
mejorar, crecer. Hacer de nuestros hijos personas fuertes, resistentes ante los
problemas, el dolor. Con corazón que siente, pero con voluntad que emprende.
·
Reconocer que es la hora de las personas. No quedarnos en las ideas, las propuestas,
las empresas: detrás siempre hay personas, una persona, personalizar. Ver
personas donde la sociedad de hoy ve números, tasas, primas.
Por
último, me gustaría añadir algo que dijo el profesor Abadía que, para mí,
resume muy bien el espíritu con el me quedo:
“Hay
gente que dice:
-
Me he hundido por la crisis…
-
No señor: ¡Te has hundido por ti!”
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